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jueves, 15 de noviembre de 2012

Deshidratación ¿Cuáles son sus consecuencias?


Una pérdida de agua corporal equivalente a un 1% del peso corporal normalmente se compensa en unas 24 horas: por un lado, la sed es una señal fisiológica que estimula la ingesta de agua, provocando una mayor sensación de tener que beber, y por otro, disminuye la pérdida de agua a través de los riñones. Si la pérdida supera a la ingesta es posible que se produzca una disminución del rendimiento físico y cognitivo y alteraciones en la termorregulación y de la función cardiovascular.



La deshidratación leve puede producir síntomas como sed, dolor de cabeza, debilidad, mareos y fatiga y generalmente provoca cansancio y somnolencia. Los síntomas de una deshidratación moderada incluyen sequedad de boca, poco o ningún volumen de orina, pesadez, un pulso cardiaco rápido y falta de elasticidad de la piel. La deshidratación grave es una emergencia médica potencialmente letal, y está caracterizada por sed extrema, falta de volumen de orina, aceleración de la respiración, alteración del estado mental y piel fría y húmeda.

Un aumento del nivel de deshidratación, con pérdidas de líquidos de más de un 1% del peso corporal, puede dar lugar a una reducción sucesiva del rendimiento físico y de la capacidad de controlar la temperatura corporal. Con un déficit de líquidos de un 4% o más se pueden observar descensos de rendimiento graves y dificultades de concentración, dolores de cabeza, irritabilidad y somnolencia, y aumentos de la temperatura corporal y de la tasa respiratoria. La deshidratación que provoca una pérdida de un 10% o más del peso corporal puede provocar la muerte.

A medida que la deshidratación avanza, el volumen de agua en el torrente sanguíneo baja, y puede producirse una bajada de la tensión arterial. La función cardiovascular se ve afectada por niveles más y más altos de deshidratación, con una subida de la tasa cardiaca y dificultades en el mantenimiento del volumen de sangre que el corazón transporta a los tejidos. El corazón bombea de forma más intensa para mantener el flujo sanguíneo que llega a los órganos, pero la tensión arterial disminuye a medida que el volumen de sangre se reduce. Una bajada del nivel del flujo sanguíneo que llega a la piel y niveles bajos de hidratación frenan la sudoración y, por tanto, la capacidad del cuerpo de disipar calor.

La deshidratación crónica puede aumentar el riesgo de infección, especialmente del tracto urinario. Los riñones y otros órganos importantes que reciben menos flujo sanguíneo pueden empezar a fallar. El fallo renal es común, pero es reversible si es resultado de una deshidratación y si se trata de manera precoz. Una reducción del flujo sanguíneo al cerebro puede causar confusión, afectando tanto la función cognitiva como la coordinación.

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